Hay quienes pueden pensar que la actual situación de agricultores y agricultoras, como yo, es más llevadera porque continuamos madrugando, como siempre, nos desplazamos a nuestras explotaciones como cualquier día normal y vivimos, de alguna manera, ajenos a los problemas sobrevenidos por el coronavirus; pero nada más alejado de la realidad.
Ningún agricultor ni agricultora lo está pasando bien en estos momentos. Ya veníamos pasándolo mal muchos meses atrás, baste recordar los movimientos reivindicativos con los que iniciamos el año 2020. Los problemas de rentabilidad, burocráticos y la incertidumbre de la comercialización son una constante en esta actividad. Sin embargo, ahora, además, hay que añadir, en el sector de las fresas y frutos rojos, una reducción drástica del consumo y la ralentización de las exportaciones; la falta de mano de obra para atender la campaña, como consecuencia del cierre de fronteras y la inexistente oferta española para este tipo de tareas. Esto en lo que atañe a la producción y comercialización.
Ahora bien, si hablamos en el día a día laboral, la situación es muy estresante para todos. En mi explotación soy muy insistente y firme en el cumplimiento de las normas de seguridad, tales como las distancias mínimas entre trabajadores o la escrupulosa desinfección de las cajas, cubos, carros, etc. Si algún trabajador enfermara de coronavirus, no solo estaríamos todos nosotros y nuestras familias en riesgo, sino que tendría que cerrar la explotación.
Una explotación en la que ya me he visto obligada a arrancar parcelas para poder seguir trabajando con la mano de obra de la que dispongo, pues no tengo más. Una explotación que es mi vida y que, si esta situación no pasa pronto, no sé cómo vamos a seguir adelante. A pesar de ello, si de algo me siento afortunada es de pertenecer a la cooperativa Costa de Huelva que, a su vez, forma parte de otra cooperativa de segundo grado muy dimensionada comercialmente, como es Onubafruit, lo que nos mantiene en la tarea.
Quienes no tienen la suerte de pertenecer a cooperativas con este tipo de estructuras tan sólidas, me consta que incluso han tenido que dar ya por finalizada la campaña, pues los costes que tienen que afrontar no los cubren con los menguados e inciertos ingresos que percibimos en estos momentos.
Por tanto, puedo asegurarles que ser agricultor o agricultora en tiempos del coronavirus, lo que realmente supone es una incertidumbre constante y una enorme responsabilidad por los trabajadores que tenemos a nuestro cargo.
No obstante, no queremos caer en la lamentación, solo queremos que cuando los consumidores vayan a las tiendas y supermercados realmente valoren, como corresponde, todo el esfuerzo que hay detrás en el suministro alimentario, con los máximos estándares de calidad, seguridad y trazabilidad. Igualmente, deseamos que se tomen un tiempo para leer el etiquetado y apuesten por el producto nacional y, a ser posible, por el comercializado por las cooperativas, con el que nos estarán apoyando directamente a ganaderos y agricultores como yo.