Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía recalca el beneficio social, económico y medioambiental para la comunidad autónoma que aporta respaldar las cooperativas agroalimentarias y las sociedades agrarias de transformación (SAT), “empresas formadas por personas, que piensan y trabajan por el desarrollo integral de su entorno, especialmente el rural”, sostiene el presidente de la federación, Juan Rafael Leal Rubio.
En un contexto socioeconómico en el que el desarrollo sostenible es una prioridad, “la sociedad en su conjunto debe entender que el cooperativismo agroalimentario es la estructura empresarial que mejor encaja con este objetivo”, subraya el máximo representante de la economía social agroalimentaria andaluza. “Lejos de la visión que algunos quieren verter, el cooperativismo agroalimentario no es un modelo subsidiado, sino un modelo sostenido por más de 290.000 familias dedicadas a la agricultura y la ganadería y 649 cooperativas y SAT, cuya meta es garantizar el crecimiento económico, el bienestar social y el futuro medioambiental de su entorno”, recalca Juan Rafael Leal.
Con el paso de las décadas, las cooperativas agroalimentarias se han convertido en un referente en el sector agroalimentario en Andalucía, centrado en comercializar las producciones de sus personas asociadas, que representan el 50% de la producción agraria de la comunidad, y hasta el 70% en sectores como el olivar. “Una posición que se ha alcanzado por la valentía y la cooperación de las miles de personas que han decidido no abandonar sus pueblos, apostar por la tierra y ejercer una de las profesiones más dignas, que no es otra que la de alimentar a la sociedad”, hace hincapié el presidente de la organización.
El hecho de ser empresas de personas ha hecho de las cooperativas agroalimentarias estructuras empresariales flexibles, sensibles a las necesidades de la base social y resilientes a las disrupciones económicas, políticas e incluso sanitarias. Muestra de ello es que la apuesta y el respaldo a la dimensión cooperativa, la profesionalización, la innovación y la internacionalización del modelo han permitido duplicar la facturación de la economía social agroalimentaria en la última década. Así, mientras que en 2011 el volumen de negocio era de 4.382 millones, en el último ejercicio cerrado se alcanzaron los 9.826 millones de euros.
Por tanto, “las cooperativas agroalimentarias no son ‘las niñas bonitas’ de la Administración, son estructuras empresariales que se han ganado el respeto y el respaldo de las instituciones”, apuntilla Juan Rafael Leal. De hecho, el apoyo económico e institucional a las cooperativas agroalimentarias no sólo avala la sostenibilidad del modelo, sino que impacta de forma directa en el crecimiento de Andalucía.
Principalmente porque las empresas de la economía social agroalimentaria no pueden deslocalizar sus producciones, que destacan por su excelsa calidad, que respetan su entorno y mantienen la vida en el medio rural. Segundo porque generan y redistribuyen riqueza entre los miles de profesionales autónomos de la agricultura y la ganadería, pues cada euro invertido en una cooperativa multiplica su beneficio por el número de personas asociadas, familias asentadas en el territorio. En tercer lugar, porque año tras año crean empleo estable y de calidad, tal y como lo avala la plantilla de 37.600 personas que trabajan en las entidades federadas. Cuarto porque favorecen el desarrollo sostenido de su entorno mediante el impulso de industrias auxiliares y el respaldo a entidades de carácter social, educativas, deportivas o medioambientales. Y, por último, porque el 5,8% del Producto Interior Bruto de Andalucía sale directamente de las cooperativas agroalimentarias de la comunidad.
Por todo ello, el presidente de Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía considera “vital para el modelo, para las personas que lo conforman y para el tejido agroalimentario de la comunidad” que se lleve a cabo una estrategia de continuidad en las administraciones y en sus políticas a favor de la economía social, tal y como se han desarrollado en los últimos años. E insiste en que las instituciones -ya sean andaluzas, nacionales o europeas- “deben reforzar” el cooperativismo agroalimentario, “un modelo 100% del territorio, moderno, diversificado, innovador, plural, profesionalizado y sostenible; que fomenta la cooperación entre las personas; que cultiva y exporta Andalucía a los sitios más remotos del globo terráqueo”.